Por Alba Luz Venialgo Rossi
Llegamos al estudio en el mítico barrio de Boedo. Cálido, acogedor. Y claro está, de fondo se escucha tango. Adelante el recibidor. Un sofá y unas sillas antiguas renovadas con color brillante. Lo que realzo su belleza. La mesa de teoría con sillas alrededor y una biblioteca antigua. A un costado un fonógrafo. Ambos serían la codicia de cualquier coleccionista. El toque moderno un enorme plasma y la computadora.
En un rincón lucen orondas, muy bien ubicadas, diferentes plantas. Se destacan por su belleza. Denotan que las manos que las cuidan son admirables. O esa música que siempre suena las mantiene muy bien.
En ese espacio una mesita con bandejas de mate, termos de agua , galletitas, tazas para café o té, al que acuden en algún receso.
Primero los saludos cordiales del encuentro. Comienzan a aparecer apuntes sobre la mesa, empieza una rueda de mate. Aparecen las preguntas. Todos están ávidos de saber más. La música se apaga. Se siente el disfrute de escuchar las exposiciones. Toman notas, hacen acotaciones. Es importante saber de historia, de lunfardo, de orquestas , bailarines.
…Se preparan para difundir lo que aman. Y sienten que vale la pena prepararse para enseñar más que pasos. Están nerviosos, falta poco para que llegue la examinadora. Deben hacer reconocimiento auditivo, diferenciar estilos y orquestas.
Cuentan las anécdotas. No salieron el fin de semana. Algunos se juntaron a estudiar. Llevaron los apuntes al trabajo. Camino a cualquier parte iban escuchando tango, siempre tango.
Se cambian los zapatos y se dirigen a la pista. Allí donde pasan horas. Hay ” que caminar el tango ” se recalca siempre. Se envuelven en abrazos y comienza la magia. Se ríen, están cansados, durmieron poco. Pero se los ve felices. Esa pasión que los une es más fuerte que cualquier cosa. Saben que nunca se termina de aprender.
Su profesor les promueve tomar clases extras con quienes más se destacan en estilos. Y allí van con ansias de poder encerrar en su cuerpo tanta maravilla. Y yo espectadora callada viendo su crecimiento. Empezando a convencerme que los tangueros se están convirtiendo en una raza. Los vi en milongas, clases, exhibiciones, seminarios etc.
Y son increíblemente especiales, los hay en todo el mundo. Se reconocen mirándose. Y otra vez suena la música ! Cómo siempre, tango, siempre tango …
Alba Luz Venialgo Rossi