Filosofía en Danza

Tango y Vino

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Siglos atrás, en un tiempo tan lejano que no llega la memoria humana a recordar cuando ocurrió, un hombre se encontró con una hermosa semilla que estaba tirada en la tierra. Este hombre se asombró de su belleza, y como no sabía cual era el origen de la misma decidió conservarla. En aquella época las semillas eran valoradas con aprecio y sabiduría, una semilla siempre es esperanza de una nueva vida.

Tomó un pequeño hueso de ave y guardo a la semilla en el hueco que tenia el huesito en una de sus extremidades usándolo a modo de recipiente. Cobijada en ese lugar la semilla germinó, se nutrió del huesito y empezó a brotar. El hombre, al ver que la plantita no podía desarrollarse en un espacio tan pequeño, la trasladó a un hueso de un animal más grande para que pudiera crecer. La planta siguió creciendo y entonces la volvió a trasplantar llevándola esta vez a que habitara en el hueco que había hecho en el extremo del hueso de un burro. Allí la planta creció hasta que el hombre la llevo a tierra. Creció y dio tantos frutos que el hombre los conservó en una tinaja, ahí los frutos fermentaron y dieron origen a una bebida que todavía apreciamos: el vino.

De este modo los antiguos griegos explicaban el origen del vino y los efectos que producen al beberlo. El vino conservó las propiedades de los recipientes en los cuales se nutrió en su origen

De este modo, si tomamos un poco adquirimos la libertad de las aves, si tomamos demás adquirimos las propiedades del segundo animal del cual se nutrió, nos comportaremos con la agresividad y fuerza de un bestia, pero si seguimos bebiendo nos volveremos torpes y brutos con un burro.

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